jueves, 19 de marzo de 2009

El cursor parpadea.
No guiña, parpadea.
Es lo único que altera el blanco.
El ordenador tiene esto: nunca hay blanco absoluto.

Mañana cogeré mi libreta, mi libreta en blanco, y me meteré en las salas de un museo. La libreta probablemente vuelva como fue: virgen e inmaculada. Pero quizá mañana encuentre algo por ahí que merezca constar en ella.

Sé que habrá luz. Es algo. El gris desgasta tanto... No hace falta un impacto, pero una emoción distinta o un pequeño misterio serían todo un tesoro.

Me percato de que estoy cansada de pensar en artículos (sí también ahora, aunque no lo entiendas, tal vez, puedo escribir tesoro y visualizar un trescientos cincuenta y dos parpadeando como hacía el cursor). A veces me pregunto si no se me estará olvidando pensar... Tras de mí respira la recurrente sensación de que algo evidente se me escapa.

Así que mañana simplemente voy a dejar esa realidad tan irreal y me esconderé entre colores un rato. No olvidaré llevar un cazamariposas para estrenar la primavera. Por si acaso.

domingo, 15 de marzo de 2009

Programa de Baratillo Joven Creación Poética. Los animales.

Me ha hecho una ilusión tremenda que a alguien -Saray, para más señas- le haya dado por fijarse en uno de mis desahogos y lo haya utilizado en su programa, lo confieso abiertamente y se lo agradezco lo indecible. Os lo cuelgo aquí porque, esto aparte, el programa me ha gustado -y me ha dado pelín de envidia también, aunque, ciertamente, a mí el pánico escénico me apartará eternamente de algo así...-

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viernes, 20 de febrero de 2009

Para vosotros dos en particular, pequeñuelos. Os quiero.

Me pesan los párpados, los minutos, las ideas, los deseos, las ausencias, los huecos, las paredes... Se me cuelgan de las pestañas, me cierran los ojos, me nublan el punto frente a mí. El punto que no es un punto, que pudiera ser un elefante amarillo o una mosca ridícula, o quizá el Aleph mismo. No lo sé porque no lo veo y no lo siento. Sólo el peso. Sólo eso. El anuncio de que por hoy se acabó. De que no queda más que irse y apagar el interruptor. Y mañana será otro día.

Muchos somos, Pablo Neruda

De tantos hombres que soy, que somos,
no puedo encontrar a ninguno:
se me pierden bajo la ropa,
se fueron a otra ciudad.

Cuando todo está preparado
para mostrarme inteligente
el tonto que llevo escondido
se toma la palabra en mi boca.

Otras veces me duermo en medio
de la sociedad distinguida
y cuando busco en mí al valiente,
un cobarde que no conozco
corre a tomar con mi esqueleto
mil deliciosas precauciones.

Cuando arde una casa estimada
en vez del bombero que llamo
se precipita el incendiario
y ése soy yo. No tengo arreglo.
Qué debo hacer para escogerme?

Cómo puedo rehabilitarme?
Todos los libros que leo
celebran héroes refulgentes
siempre seguros de sí mismos:
me muero de envidia por ellos,
en los filmes de vientos y balas
me quedo envidiando al jinete,
me quedo admirando al caballo.

Pero cuando pido al intrépido
me sale el viejo perezoso,
y así yo no sé quién soy,
no sé cuántos soy o seremos.
Me gustaría tocar un timbre
y sacar el mí verdadero
porque si yo me necesito
no debo desaparecerme.

Mientras escribo estoy ausente
y cuando vuelvo ya he partido:
voy a ver si a las otras gentes
les pasa lo que a mí me pasa,
si son tantos como soy yo,
si se parecen a sí mismos
y cuando lo haya averiguado
voy a aprender tan bien las cosas
que para explicar mis problemas
les hablaré de geografía.