miércoles, 30 de abril de 2008

Me gusta tener todo controlado. Me da miedo que se me hunda el suelo bajo los pies, por eso prefiero andar por el terreno que conozco, firme o arenoso, pero sólido, aunque parezca raro en una musa habitante de una caja de cristal, aún idealista, soñadora, inexperta y en una aterradora medida, todavía muy ingenua. Y es que no parezco lo que soy, o para ser exactos ni siquiera sé bien qué es lo que soy. Suma de contradicciones, ¿cómo escapo a la locura?
Y todo esto porque hoy he sentido una punzada de miedo al ver arietes junto a mi torre, mi bastión, mis cimientos, mi punto de equilibrio... Es un temor abstracto, poco sensato, poco sano; quizá sea hora de madurar y avanzar por el cable sin miedo, sin mirar abajo ni perder el equilibrio, pero con la frente alta y despejada, libre de dependecias de redes que puedan tornarse en tela de araña.

domingo, 27 de abril de 2008

Un día de verano en abril

Mi mar frío. Un verano más. Aun con los perros en la playa; no importa, no molestan hoy: son la excusa para reírnos un poco de las fobias. Somos maliciosas... a veces. Hoy estamos radiantes, las tres. Volvemos a los quince un rato: nos los trae la brisa, el sol, el olor a mar. Jugamos, nos rebozamos en crema y arena, nos tapamos con la toalla al caer el sol, rebujadillas, mientras se nos escapan las confidencias, en susurros o a gritos, sonrojos, caídas entre carcajadas, alguien me hace cosquillas en la espalda, a alguien le acaricio los cabellos, besos en la frente, más risas. El agua está fría, demasiado para este bicho de verano de tendencias mediterráneas, pero la arena se desliza entre los dedos y bajo las plantas desnudas y se eriza la piel... Al fin y al cabo no ha pasado tanto, a pesar de ese par de canas, no ha pasado tanto. Hombres. Los reinventamos también . Pero no somos perversas, ahora mismo somos sólo unas chiquillas.
Cuando dejamos la playa nos percatamos de que hace rato que nos quedamos solas: hasta los perros se fueron sin que los viésemos.

viernes, 25 de abril de 2008

Y, sí, hoy la concentración no llega. Es de esos días en que todo palpita y sólo siento, alejada de la realidad, transformando los estímulos externos, atenuándolos, como si estuviese sumergida, profundamente sumergida, en un estanque gigantesco. Hoy sólo siento. Estoy fuera del tiempo, tomo consciencia de mí, de mi cuerpo, me escucho respirar y vuelo un poco. Y quiero intensamente a mis escasos afectos. Y me duelo de que algunos estén lejos. Soy capaz de todo, pero eso tampoco importa ahora mismo. Por un momento sí he sentido qué es lo que realmente importa, y todo estaba bien, yo estaba bien, mejor que bien: era la calma perfecta y plena. Se empieza a borrar esa sensación, poco a poco se desdibuja, como al despertar de un sueño: no queremos, soñamos algo importante y no queremos olvidarlo, pero sabemos que se acabará borrando. Aunque quizá vuelva. Esta vez vino escondida entre las hojas de un libro y los pétalos de una rosa, los toqué con los dedos y me envolvió entera.

La creciente


Al amanecer crece el río, retumban en el alba los enormes troncos que vienen del páramo.
Sobre el lomo de las pardas aguas bajan naranjas maduras, terneros con la boca bestialmente abierta, techos pajizos, loros que chillan sacudidos bruscamente por los remolinos.
Me levanto y bajo hasta el puente. Recostado en la baranda de metal rojizo, miro pasar el desfile abigarrado. Espero un milagro que nunca viene.
Tras el agua de repente enriquecida con dones fecundísimos se va mi memoria.
Transito los lugares frecuentados por los adoradores del cedro balsámico, recorro perfumes, casas abandonadas, hoteles visitados en la infancia, sucias estaciones de ferrocarril, salas de espera.
Todo llega a la tierra caliente empujado por las aguas del río que sigue creciendo: la alegría de los carboneros, el humo de los alambiques, la canción de las tierras altas, la niebla que exorna los caminos, el vaho que despiden los bueyes, la plena, rosada y prometedora ubre de las vacas.
Voces angustiadas comentan el paso de cadáveres, monturas, animales con la angustia
pegada en los ojos.
Los murciélagos que habitan la Cueva del Duende huyen lanzando agudos gritos y van a colgarse a las ramas de los guamos o a prenderse de los troncos de los cámbulos. Los espanta la presencia ineluctable y pasmosa del hediondo barro que inunda su morada.
Sin dejar de gritar, solicitan la noche en actitud hierática.
El rumor del agua se apodera del corazón y lo tumba contra el viento. Torna la niñez...
¡Oh juventud pesada como un manto!
La espesa humareda de los años perdidos esconde un puñado de cenizas miserables.
La frescura del viento que anuncia la tarde, pasa velozmente por encima de nosotros y deja su huella opulenta en los árboles de la «cuchilla».
Llega la noche y el río sigue gimiendo al paso arrollador de su innúmera carga.
El olor a tierra maltratada se apodera de todos los rincones de la casa y las maderas
crujen blandamente.
De cuando en cuando, un árbol gigantesco que viajara toda la noche, anuncia su paso al golpear sonoramente contra las piedras.
Hace calor y las sábanas se pegan al cuerpo. Con el sueño a cuestas, tomo de nuevo el camino hacia lo inesperado en compañía de la creciente que remueve para mí los más escondidos frutos de la tierra.
Álvaro Mutis

domingo, 20 de abril de 2008

Chamisso

Parecido al pan

A veces, sin razón a la vista, algunas frases dejan eco, resonando todavía cuando el contexto ya se ha ido. Parecido al pan. No sólo resuena, cobra volumen, tiene textura. Sin razón a la vista, sigue ahí.
Cuando la besó, tuvo la sensación de que aquél era su beso cotidiano, parecido al pan, necesario sin necesidad de que produjera entusiasmo. Al más pequeño descuido, podía convertirse en un acto tan maquinal como el hecho de marcar la tarjeta en la oficina.
Pere Calders (La Ruleta Rusa)

viernes, 18 de abril de 2008

Cumpliendo que es gerundio

He retrasado imperdonablemente el agradecimiento a Arda por el premio que tan generosamente me ha otorgado. Generosa y un poco ciegamente, lo cual me agrada más que otra cosa: puesto que claramente mi bitácora no se lo merece, ella ha debido de considerar que yo sí. Me gusta saber que hay gente detrás de los blogs. Si no fuese por eso no habría pasado de la segunda entrada y sólo por eso me resulta impensable suprimir este espacio.

Este premio implica dos obligaciones -morales que no jurídicas, aclaro-: agradecerlo remitiendo al correspondiente post del blog otorgante y entregar y notificar al menos otros siete a otros tantos blogueros. Dispensados de la primera, resultan premiados:



Crapúscula por A Propósito



Bito por Ecce Homo






McClellan por Farandwell



Gonzalo por Pues anda que yo



Ratonov por Podría ser peor



Yein indistintamente por Quehacer o Ex Loro



Por acompañar y entretener con sus textos y comentarios y para promover una nueva entrada por parte de los dos últimos, que tienen sus blogs más muertos que el mío, y eso ya es mucho. Y que los demás integrantes de la columnita de la derecha se den también por premiados por iguales motivos, aunque creo que ya cuentan con tan ostentoso brillante.






domingo, 6 de abril de 2008

Se me ha pegado horrorosamente la cancioncita...

La próxima fiesta después de tu examen, Afro, solete, con la toga ya puesta.