viernes, 7 de noviembre de 2008

Etéreo equilibrio

Unas veces porque el peso de las piedras te rompe los bolsillos y te lastima los tobillos, otras veces porque en el camino no hay una sola piedra que recoger y te lleva el viento. O se da que en un instante sientes que mueres de sed en medio de un desierto y al punto te encuentras con el agua al cuello, creyente o no, boqueando angustiado hacia el cielo. Pleamar y bajamar, kilómetros de distancia de un punto a otro. El equilibrio... ¿En el punto medio, la Virtud? El punto medio... Siempre lo asocié a un funámbulo sobre un cable. Y yo tengo vértigo.
Sin embargo, Melpómene cierra los ojos y a veces lo encuentra. Mírala, descalza baila sola en la cocina en un rincón del mundo, aun sin saberlo, exactamente en el punto medio.

Autorretrato, Gerardo Diego

Porque me ha gustado especialmente.

Todo lo que llevo dentro
está ahí fuera.
Se ha hecho -fiel a sí mismo-
mi evidencia.
Mis pensamientos son montes,
mares, selvas,
bloques de sal cegadora,
flores lentas.
El sol realiza mis sueños,
me los crea
y el viento pintor, errante,
-luz, tormenta-
pule y barniza mis óleos,
mis poemas,
y el crepúsculo y la luna
los avientan.

Podéis tocar con las manos
mi conciencia.
Gozar podéis con los ojos
-negro y sepia-
los colores y las tintas
de mis penas.
Y eso que os roza el labio,
bruma o seda,
es mi amor -flores o pájaros
que revuelan-
mis amores, criaturas
libres, sueltas.

Todo lo que fuera duerme,
queda o pasa,
todo lo que huele o sabe,
toca o canta,
conmigo dentro se ha hecho
viva entraña,
víscera oscura y distinta,
sueño y alma.
Si pudierais traspasarme
os pasmarais.
Todo está aquí, aquí dormido.
Dibujada
llevo en mi sangre y mi cuerpo
cuerpo y sangre de mi patria.
Luces y luces de cielo,
cosas santas.
Todo lo que está aquí dentro
fuera estaba.
Todo lo que estaba ahí fuera
dentro calca.
El universo infinito
me enmaraña;
auscultadme, soy su cárcel
sin ventanas.

Escuchadme, dentro, fuera,
donde os plazca.
Mis más íntimos secretos
por el aire los pregonan
y los cantan.

domingo, 2 de noviembre de 2008

Pasará

Fauces abiertas, relucen los colmillos en una noche más que oscura, negra. Afrodita tiene miedo y yo no soy consuelo. Intento sujetarla pero no ve que que estoy tras ella porque tiene la vista perdida en el agujero. Si pudiera darle la mano sabría que estoy aquí y que aquí seguiré estando, llueva o truene, y yo me haría fuerte sabiendo que sabe que la quiero. Pero no me ve y no sé bien si la sujeto o se me resbalará en el último momento de entre los dedos.
Yo en cambio la veo con nitidez y nítido veo su miedo y lo sumo al mío; también veo el agujero que se agranda y se oscurece, yendo, si cabe, más allá del negro. Y me pregunto si vendrá alguien a sujetarnos a ambas cuando se me entumezcan los miembros y no me vuelvo para mirar sólo porque sé que aún no es el momento. Ahora sólo cabe arraigarse y volverse piedra, esperar que no caiga, esperar que tome consciencia de que no es de cristal y no se quebrará y también, después, de que la roca la necesita y la necesitará, entera y cuerda.
La hiena histriónica se merece una patada en los dientes y eso será lo que reciba si se acerca. Hoy se la doy yo, mañana... Quizá ella.
Pasará.