Me pesan los párpados, los minutos, las ideas, los deseos, las ausencias, los huecos, las paredes... Se me cuelgan de las pestañas, me cierran los ojos, me nublan el punto frente a mí. El punto que no es un punto, que pudiera ser un elefante amarillo o una mosca ridícula, o quizá el Aleph mismo. No lo sé porque no lo veo y no lo siento. Sólo el peso. Sólo eso. El anuncio de que por hoy se acabó. De que no queda más que irse y apagar el interruptor. Y mañana será otro día.