domingo, 13 de enero de 2008

Epílogo. Para que el guante se lo tropiece más gente.

Los seres sin derechos: los opositores
JOSE MARÍA CAMPOS CALVO SOTELO- Registrador de la propiedad
EN un mundo de plena protección a los derechos humanos, existen seres que, puntual, transitoria, o definitivamente carecen de ellos: los menores ante el acoso -directo o indirecto- de algunos medios de comunicación; las meretrices; ciertos concebidos y no nacidos; determinados inmigrantes, y, después de un posiblemente largo etcétera, los opositores.
Me referiré a la oposición que por experiencia conozco, la de Registrador de la Propiedad, aunque lo que diga sea aplicable a la mayoría de ellas, en particular, las de carácter jurídico. Y sirva este artículo, al mismo tiempo, de homenaje y reconocimiento, a aquéllos que por diversas circunstancias no consiguieron el fin pretendido, ya que, si no en el resultado, sí en el esfuerzo, todos hemos sido iguales.
Al terminar la carrera de Derecho, se tienen los cimientos básicos de una formación científica sobre los que cada uno ha de construir su pleno carácter de jurista, sea por el ejercicio de la profesión, a través de cursos especializados, o por medio de las oposiciones.
La vida del opositor es muy sencilla: 8 horas (mínimo) de estudio diario, un día (normalmente) de clase a la semana, un día de descanso; y nada más. Es como el cansino y monótono bogar de los galeotes, con la diferencia de poder librarse del remo en una exposición de 60 minutos un día determinado de un año ignorado. Mientras tanto, uno es lo que los antiguos denominaban «a-prosopos» (no persona).
El opositor tiene el deber de estudiar, que ha asumido voluntariamente, pero ahí empieza y termina su estatus jurídico. La preparación de la oposición es total y absolutamente teórica, con un memorismo excesivo, que puede marcar definitivamente el intelecto. La memoria es un auxiliar de la inteligencia, y si se la convierte en protagonista, puede limitar u oscurecer a ésta. Y de ahí, que personas de gran capacidad intelectual no hayan obtenido el éxito que se merecían por su aptitud, por tener una dicción o retentiva defectuosa (parafraseando el conocido dicho «no sé, ahora mismo, si son todos los que están, pero sí que no están todos los que son»).
Y esto sea señalado, con todo el respeto a los preparadores, cuyo esfuerzo es impagable y que, en definitiva, siguen las pautas que a ellos les marcaron y siguen marcando los examinadores.
Al llegar el momento crucial del examen, es cuando esa ausencia de protección es más ostensible (La referencia en la legislación a posibilidad de impugnación administrativa o judicial no tiene prácticamente utilidad). Citaré, a modo de ejemplo estos casos: Durante bastante tiempo, el texto escrito sobre el que estudiaban los opositores se encontraba abierto ante cada uno de los miembros del tribunal, con la presión añadida para aquéllos de saber que cualquier error u omisión que tuvieran iba a ser captado inmediatamente por la mesa examinadora, lo cual podía producir una especie de afasia momentánea, con la consiguiente retirada del alumno. En otras ocasiones el tribunal ha alterado, sin previo aviso, el número de convocados de un día para otro, con claro perjuicio para éstos, y en especial, para los que viviesen fuera del lugar de celebración de las oposiciones, con vulneración del principio de un mínimo respeto al examinando, ya que es el tribunal el que tiene que estar al servicio del opositor y no el opositor al servicio del tribunal. Pero el supuesto más sangrante lo constituyó la determinación de un Decano del Colegio que, en plenas oposiciones, acordó el cierre de las academias, so pretexto de «ordenes superiores» para acabar con el pretendido absentismo de los Registradores, sintetizándolo en los preparadores, en la decisión más irresponsable y desacertada que jamás se haya dado en la historia del Cuerpo.
Ante este estado de cosas, los alumnos, por razones obvias, no pueden hacer nada; los padres de los alumnos y los preparadores temen que los intentos que realicen perjudiquen a éstos; y el Colegio, el gran responsable, vive su sempiterno sueño de indolencia e inacción. Y ya que me he referido a los padres de los opositores, he de señalar que la preparación de la oposición afecta a toda la familia: Durante 7 años aproximadamente (esta es la media actual), los familiares del opositor han de ayudar, animar, y, ¿por qué no?, soportar a una persona que vive una situación estresante (tiene que memorizar unas 7.000 páginas), muy incómoda (no tiene ingresos propios a una edad clave), y con un final incierto.
Y no sólo eso, sino que la oposición exige gastos (libros, preparación, desplazamientos, etcétera...), que han de sufragarse por las familias sin que exista ni colegial, ni pública, ni privadamente una política de becas minimamente aceptable.
En este punto de la implicación familiar, citaré la inevitable anécdota de la que fuí sujeto activo. Al examinarme por primera vez, todo el elenco familiar y su entorno puso 1 vela (bueno 1 no, unas 30) a Santa Gema. La santa italiana debía tener informes erróneos sobre un posible pasado mío depravado, y de 8 temas que llevaba «en blanco», claro, cayó uno. En la siguiente convocatoria ya iba preparado y las velas se las puse a San Fulgencio de Ruspe, santo, por desconocido, ansioso de otorgar favores. La estrategia funciono, y aprobé. ¡El tráfico de influencias llega a las alturas!)
Y no quiero quedarme en un mero planteamiento de queja, sino que, tratando de dar soluciones, creo que pudieran tenerse en cuenta las siguiente ideas: 1º Grabar los exámenes (el tribunal, a veces, no tiene certeza de lo que, puntualmente, ha dicho o dejado de decir el alumno). 2º Fijar, de antemano, al inicio de la oposición, el día del examen para cada alumno, con una oscilación razonable (no más de una semana), según el número que le haya correspondido en el sorteo. 3º Regular la indisposición transitoria del alumno (personalmente una simple afonía pudo dejarme fuera de la oposición) de cara a un posible aplazamiento. 4º Preparar los libros de texto adecuados para que los opositores puedan estudiar por ellos, desterrando los temas «prefabricados» que, salvo excepciones, constituyen la mejor vía de deformación jurídica del opositor. 5º Designar una persona u órgano que defienda a los opositores, durante la celebración de los exámenes, en casos como los dicho y otros análogos, sin merma de la independencia y soberanía de tribunal, cuya imparcialidad ha sido y es proverbial. 6º Disminuir la radicalización memorística de la oposición, tanto en la preparación como en el examen, poniendo el punto de mira en la enseñanza del alumno para aplicar las normas jurídicas relacionándolas entre sí; es decir, yendo a lo que se denomina interpretación sistemática, frente a la puramente literal, que acabaría convirtiéndoles en ordenadores humanos, con posible sustitución por estos. 7º Un ponderado y justo sistema de becas. 8º Y sobre todo, y ante todo, establecer una normativa sobre la preparación de los opositores (sea en academias o individual), de modo que quienes no lleguen a superarlas obtengan, cumplidos los requisitos que se señalen, un título oficial de estudios a modo de máster o con valor académico equivalente.
Finalmente, que nadie vea en estas líneas un ataque al sistema de oposiciones, sino todo lo contrario: Se trata de perfeccionarlo para hacerlo más justo y eficaz, no de destruirlo. Cualquier medio alternativo que se utilizase para formar a los futuros Profesionales Oficiales, estaría expuesto a un subjetivismo (valga el eufemismo) preocupante, y resultaría contrario a la preparación individual de cada alumno, básica y esencial en el sistema actual, tan consolidado a lo largo del tiempo.
El guante (no de reto, sino de denuncia) está echado. Que lo recoja quien deba
.

9 comentarios:

arda dijo...

Quizá debido a lo tortuoso del proceso de preparación de las opos, quizá por eso, una vez el opositor deja de serlo y pasa a funcionario, aiii aquí ya cambia la dinámica y se pasa a un estado de semi letargo! Conste que no todo el mundo, pero hay bastantes que una vez ya tienen su deseada plaza pues ya pasan de todo.
Durante un tiempo pensé que esto era un tópico, pero la verdad, lo tengo bastante comprobado...
Espero no molestar a nadie con este comentario, y si me leen funcionarios eficientes y muy trabajadores, pues que nos cuenten su experiencia!

Melpómene: me alegro que ya tengas esa plaza y estoy segura que tu no serás de los que etiqueto como funcionarios "pasodetodo", pero dinos; a tu alrededor es así? O tumbamos el tópico?

besotes wapa!

Melpómene dijo...

Gracias Arda, pero yo todavía estoy en el grupo de los que por una afonía pueden no llegar a nada después de años de opo, xo es un riesgo previsto, sí, y aun así creo que merece la pena el intento.
Tampoco equipararía a notarios registradores y jueces con otros funcionarios: el esfuerzo que requiere la oposición no es ni por asomo comparable. Yo todavía estoy en la fase idealista, creyéndome lo que me dijo una vez un notario que echó una mano en la carrera y que creía que las notarías eran una profesión de caballeros y que el que se convertía en un chorizo después de tanto esfuerzo era porque estaba loco. Era un hombre mayor, enamorado del derecho y con una larguísima carrera a sus espaldas y a pesar de los pesares lo creía. Algo de eso se ve a veces, por ejemplo en el hecho de que los preparadores de Registros y Notarías no cobran nada a sus alumnos por la preparación y algunos son ciertamente devotos y se involucran en ello muy personalmente.
En fin, si apruebo te cuento cómo es por dentro. Besitos

arda dijo...

Yo creo que sí que aprobarás!!
Comprendo lo que explicas, aunque apasionados de su profesión los hay en todas, así que no creo que ese sea el motivo. También entiendo si alguien se dedica a ser juez, que en sus manos queda la última decisión, pues hay que prepararse bien para ejercer decentemente, eso sí. Pero cuantos jueces o notarios hay que no valen un duro como profesionales?? haberlos los hay...
Quiero decir, que no veo la relación entre lo dificil de aprobar unas opos y una buena profesionalidad.
Después está el tema de estar mucho tiempo dedicandose a lo mismo, o bien la persona mantiene viva su pasión por aprender y crecer, o se vuelve todo tan monótono que se deja de ejercer bien.
En fin, que me enrrollo mucho y yo misma decidí no presentarme a las opos y trabajar en el sector privado!!
besotes

C.C.Buxter dijo...

Vaya, vaya, entrañable título: los seres sin derechos. Le voy a pasar una copia a mi preparador...

La verdad es que son muchas las cosas que podrían hacerse mejor, pero creo que lo más acertado es lo de crear una titulación para aquellos opositores que, sin haber aprobado, sí que han aprovechado el tiempo estudiando. A mí al menos me queda el recurso de solicitar un certificado de cada examen que he aprobado, aunque tampoco sé si serviría de mucho...

Creo que yo también estoy en una fase idealista, aunque mi preparador me va preparando (valga la redundancia) para la vida real; un día que estaba desesperado por un juicio que no paraba de suspenderse, me dijo:

- Mira, yo lo que espero es que apruebes, te pongas a trabajar, y un día me llames y me digas: "tenías razón, ¡esto es una mierda!"

Parece ser que la administración de justicia es bastante caótica y desastrosa. ¡Tendré que llegar yo para arreglarla!

Anónimo dijo...

c.c.buxter, hay distintas formas de mirar. Supongo que te lo dirá cuando está rayado. Mi preparador dice que le encanta su trabajo y si me apelmazo en la opos, no ceja en su empeño de recordarme cual es la meta y que merece la pena. No creo que oposites sólo por ser funcionario.

Melpómene dijo...

Buxter, te aclaro que estamos ante otra aspirante a juez, brillante, vocacional y equitativa que en breve contribuirá a que siga resultando honorable el calificativo de Señoría.Besillos a los dos

ORACLE dijo...

a mi tambié me gustaría que de vez en cuando alguien me llamara señoría... ni que fuera al llegar a casa exausto de tanto trabajar.

libertad dijo...

Interesante tu entrada. Encantada de que con ella hayas vuelto a escribirnos.
Besoss

C.C.Buxter dijo...

LLego un poco tarde a la respuesta, pero qué le vamos a hacer... Afrodita, por supuesto que no hago las oposiciones sólo para ser funcionario (de hecho, en lenguaje coloquial, "ser funcionario" es casi un insulto); suele decirse que la carrera judicial es vocacional, y así lo creo. Aquellos que tienen por vocación el dinero prefieren ser abogados.

Todo ello no quita, sin embargo, a que la realidad sea luego bastante dura; no ya en lo que se refiere a la función judicial en sí, sino a las condiciones materiales en las que se tiene que desarrollar. Te diré, por ejemplo, que hice las prácticas en un juzgado de Barcelona en el que te pelabas de frío en invierno y te asabas de calor en verano, ya que no tenían ni calefacción ni aire acondicionado. O que el propio Registro Civil de Barcelona está en un estado tercermundista.

En cualquier caso, nosotros a lo nuestro, que es estudiar... ¡y a ver si nos conocemos en la escuela!