viernes, 20 de febrero de 2009

Me pesan los párpados, los minutos, las ideas, los deseos, las ausencias, los huecos, las paredes... Se me cuelgan de las pestañas, me cierran los ojos, me nublan el punto frente a mí. El punto que no es un punto, que pudiera ser un elefante amarillo o una mosca ridícula, o quizá el Aleph mismo. No lo sé porque no lo veo y no lo siento. Sólo el peso. Sólo eso. El anuncio de que por hoy se acabó. De que no queda más que irse y apagar el interruptor. Y mañana será otro día.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Me das miedo. Me sigo sintiendo palabras tuyas ;)

Can I...? ¿Puedo...
pillar esta entrada para el siguiente programa de Radio Estilo?

Diciendo que es tuyo, of course.

Besos! :)

ORACLE dijo...

el peso a veces nos hace tomar consciencia de nuestro paso por la vida. levitar está bien un rato pero como modos operandi me parece algo liviano.

C.C.Buxter dijo...

Pues sí, hay veces que en que es mejor apagar el interruptor, arroparse hasta el cuello en la cama y dejar que pase el día. Por lo que veo, han pasado ya ocho días, y seguro que no han sido en balde: espero que ya no se note tanto el peso...

Por cierto, me dijiste que te comentase algo acerca del libro del doctor Oliver Sacks, aunque no sé si ya lo habías leído. En cualquier caso, te diré que el libro se me ha atragantado un poco; si bien es cierto que cuenta casos que son curiosísimos, hasta el punto de que parecen increíbles, también es verdad que la lectura de la explicación neuropsicológica de los trastornos me llevó en varias ocasiones al borde del intento de suicidio... Lo bueno es que, al ser la mayoría historias cortas, uno puede ir leyendo lo que le apetezca y cuando le apetezca. Eso sí, no sé si ya lo advertí entonces: no es un libro apto para hipocondríacos.