martes, 17 de abril de 2007

Galeones y tristezas

Es un galeón fantasma. Tiene de misterio todo lo que tiene de desconocido; ignorar su procedencia, sus viajes, quiénes fueron sus tripulantes, qué cargas transportó, y sobre todo, qué lo trajo aquí y qué lo hundió hace que cada cual pueda soñar lo que quiera sobre él; puede cerrar los ojos y verse sobre la cubierta combatiendo piratas, persiguiendo tesoros, explorando tierras, comerciando en puertos lejanos, conociendo sirenas, topando con Ulises, retando a Poseidón. Yo lo miro también desde lo alto de mi precipicio y olvido por un momento que fui yo quien lo colocó ahí hace ya tiempo, y cierro los ojos, me convierto en sirena, y cuando la luna se asoma entre nubes me arrojo desde lo alto hacia sus mástiles, con los brazos abiertos y las ansias también abiertas, esperando que la fantasía pueda inundarme a mí como a los demás y envolverme, raptarme, golpearme y desatar por un instante siquiera los nudos del hilo irrompible, inmune a las tijeras, pero susceptible de liarse eternamente hasta estrangularse a sí mismo. Bien lo sabe la parca desdentada que desgrana guisantes en medio de la taberna del puerto, sonriendo perversa y medio loca, consciente, no obstante, de que a sus útiles les estoy vedada pero no así a otros puñales, tal vez más lacerantes. Y se balancea ronroneando, relamiéndose satisfecha: "ni yo ni tú, ni yo ni tú". Nos conservamos en hielo, por eso permanecemos, por nosotras no pasa lo que pasa, pero pasa. Quietas entre el movimiento. Y sonríe y se balancea, pero aún así está quieta y queda en el trasiego y barullo de la taberna.
El agua está terriblemente fría y negra y agitada; aúlla entre los boquetes del casco, helada, profunda, salvaje, cruel. ¿No hay fantasías para nosotras, Parca? Sí, sí las hay, como hay pesadillas, y, así, hoy nos toca lidiar con tiburones armadas con sueños y anhelos y rayos de luna de plata, y con ansias, muchas ansias, asfixiantes ansias, pero mañana quizá venga Orfeo, con liras y flores, y nos duerma a los escualos y apacigüe a los tritones, y mientras llora su pena pulsando sus cuerdas, quizá traiga luz y calma a las aguas, y delfines y sirenas, y, quizá, mientras pulsa sus cuerdas, desanude las nuestras.

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