sábado, 24 de marzo de 2007

Abre tus ojos verdes, Marta, que quiero oír el mar


"Abre tus ojos verdes, Marta, que quiero oír el mar".


Es el último verso del poema, y, al cabo, el único que recuerdo, que va y viene y choca con violencia contra las rocas mientras se apaga mi consciencia y le doy la mano a Morfeo. Es también un murmullo, una nana, un susurro de voz grave ¿de hombre? ¿de mujer? Del mar. De la mar. Mar que arrasa y golpea, que acuna, mece y abraza; iracunda a ratos, calma a ratos. Y grita, y llora, y gime, y ríe; mar que, seria, escucha, comprende, habla o simplemente calla. Y es profunda y verde y transparente. Y es sueño, y libertad enorme y desatada. Cambian aquí los versos. Velas blancas en el horizonte, luna de plata sobre ellas, una mujer en la baranda, espera; los ojos perdidos en el verde nocturno de un mar que ha tomado de ellos su color. Ojos que, incoloros, ya sólo reflejan el horizonte. Ojos de fría plata.

Pasa el tiempo, pasa. Y ahí sigue, verde, verde, verde que te quiero verde y transparente y suave. Mar, que es mío ya, se lo digo: "eres mío porque te me has metido dentro, porque me has abrazado y me has llevado lejos y me has traído de vuelta después de abrirme los ojos, a veces con ternura, a veces con violencia, con una indiferencia que me duele hondo cuando me alejo de ti, que comprendo cuando me envuelves"

Abre tus ojos verdes, Marta, que quiero oír el mar.

Y quiero zambullirme en él de nuevo y ahogar las preocupaciones; hoy lo quiero soleado y violento, quiero beberlo salado, quiero absorberlo por cada poro, quiero fundirme con él y perderme y encontrarme, y dejarle todas mis lágrimas dulces para que las lleve a la orilla convertidas en cristales en que, al caer la noche, vuelva a brillar la luna gitana, la luna de plata, la luna que reflejaron unos ojos transparentes -unos, muchos-, perdida la esperanza.

Es un mar de juegos y de veranos, de comerciantes y pescadores de manos callosas, de hombres que no volvieron, de mujeres que se desgastaron mirándolo, de alegrías, de tristezas, de vida y de muerte, y no, no es como todos, es distinto; es el nuestro, lo distingue su color, su luz, que es otra, su alma...sus gentes lo reconocen, saben que sana y envenena y sí, lo dicen, lo quieren y lo temen.

Abre tus ojos verdes, Marta...

...Quién tuviera los ojos verdes para que alguien pudiera oír el mar en ellos...

(Y aquí su sonido, que ya conoces)

3 comentarios:

mc clellan dijo...

"Y luego, sosegada, le contaré, para dormirla,
aventuras de olas, de galeones, de arcabuces, de rumbos marinos,
de lugares vividos y soñados: de lo que fue
y que no fue y que pudo ser mi vida."

Creo que pocas personas pueden escribir del mar con tanto sentimiento como José Hierro. A mí también me ha envenenado el mar.

Melpómene dijo...

Aquí en la isla
el mar
y cuánto mar
se sale de sí mismo
a cada rato,
dice que sí, que no,
que no, que no, que no,
dice que sí, en azul,
en espuma, en galope,
dice que no, que no.
No puede estarse quieto,
me llamo mar, repite
pegando en una piedra
sin lograr convencerla,
entonces
con siete lenguas verdes
de siete perros verdes,
de siete tigres verdes,
de siete mares verdes,
la recorre, la besa,
la humedece
y se golpea el pecho
repitiendo su nombre.
(...) (Oda al mar, Neruda)
Hoy no se me va de la cabeza el mar, la mar que hechiza, también lo decía Borges:
Quién lo mira lo ve por vez primera,/ siempre. Con el asombro que las cosas/ elementales dejan, las hermosas/ tardes, la luna, el fuego de una hoguera. Pero sí, tienen una fuerza especial los versos de Hierro, tienen un sentimiento profundo y sugieren, sugieren tanto... Lo triste es que, pensándolo, creo que no es del todo descabellado que alguien pueda llegar a oír el mar en mis ojos marrones, y aun en unos negros se podría, pero pierde muchísimo la cosa... besos

libertad dijo...

Qué precioso, y la oda al mar de Neruda, y el traer a colación lo que decía Borges...
Sí, después de leerte quién tuviera los ojos verdes.
Un beso fuerte