viernes, 30 de marzo de 2007

El teléfono se obstina en no sonar. Traidor cachivache: viene a mí como esclavo y se hace mi dueño, y se permite no sonar para decirme que todo está bien. Sé que todo está bien, lo sé mientras te lo digo, pero necesito que me lo digan, aunque sea para poder decir "lo sabía". Y sé que todo está bien, pero desde que me dijeron que llamarían para decírmelo me corroe la inquietud y no me puedo estar quieta y no puedo dejar de mirar al esclavo traidor ni de amenazarle solapadamente -ahora ya no tan solapadamente-. Ahora que te lo digo lo sé. Todo está bien. Despertó. Pero, por Dios, por Júpiter o por Tutátis, suena, maldito teléfono y dímelo, dímelo, dímelo. No me creo que no esté bien, si es que no lo creo; no dudo que todo esté bien... ¿por qué no se queda quieta esta pierna entonces?, ¿por qué estoy aquí para no estar sola con mi cabeza?. Mierda, mierda, suena....
Vale, me voy, me voy a la calle... suena, suena, ¡suena!

2 comentarios:

Crapúscula dijo...

Qué bien definido... me ha gustado mucho. Te mete dentro esta situación así contada.

Por cierto, qué voz esperabas?

besos

yein dijo...

Sí, es justo así, y lo peor es que no aprendemos y que pasaremos una parte importante de nuestra vida insultando al teléfono y amenazándole para que suene...por un motivo u otro ;)