viernes, 9 de febrero de 2007

Pena negra

Es un charco negro de fronteras difusas que parece extenderse despacio como la baba de caracol. Hediondo, parece denso, absorbe la luz pero en el fondo se mueven colores tenues que se mezclan de forma extraña. De nuevo el negro. Tiene forma de corazón, de corazón humano o de corazón de cerdo, no sé, dicen que se parecen pero yo nunca he visto ninguno en realidad, aunque a veces sí los he intuido similares. Y esta mancha está tomando mi precipicio que cada vez es menos precipicio y más corazón negro. Así que lo toco, porque quiero saber qué me invade, de qué está hecho y cuál es su textura. Es nauseabundo. Huele mal, lo dije. Está frío, es blando; no líquido, no completamente sólido, espeso como parecía, gomoso, pegajoso. Ya llega hasta el codo e introduzco la otra mano. Se deja penetrar sin alterarse, parece como si, de hecho, lo esperase; ha dejado de crecer por un momento, los recuerdos de colores han desaparecido. Negro. Me siento en el borde, llega a mis pies...y ahora sube, vuelve a avanzar, se extiende, me priva del suelo y ya me tiene, pelvis, cintura, pecho, cuello... Me traga y no puedo moverme y aquí no floto, sólo puedo bajar, despacio. Negro en la boca, negro en los ojos abiertos que ya no puedo cerrar. Y no hay aire. Miedo. Alguien me sacará, quizá el negro se vaya como vino, siempre sale todo bien, calma. Pero sigue sin haber aire, sólo corazón negro denso como para hundirse en él sin remedio. Más miedo. No puedo moverme, no puedo flotar, no puedo salir. No tiene sentido seguir apretando los labios, no hay aire que dejar escapar. Gritar. Pero no sale sonido, entra la marea negra, entra hasta los pulmones y los llena, entra hasta el estómago y los intestinos...llena de negro. Ahora negro fuera y negro dentro, y yo sólo soy el límite que separa negro y negro aunque sería algo más si hubiese calma y asumiese lo que va a pasar. Pánico. Pánico porque no quiero que pase e irracionalmente me niego a asumirlo y me retuerzo entre las limitaciones del denso negro y hago esfuerzos por emitir sonidos y diría que también lloro si no fuese porque ya no sé a ciencia cierta qué pasa en mis ojos ni en mi cuerpo, que ya no es mío, que es lo que queda de un animal sin consciencia de sí, porque el negro y el miedo al negro la han anulado. Si hubiese, calma... tránsito sereno. Pero sólo hay un corazón negro de cerdo y presión fuera por entrar y presión dentro por salir, una grieta en una presa...
Es horrible, arréglelo quien quiera con un despertador.

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