miércoles, 21 de febrero de 2007

De Núñez a Gijón

Escucho a Carlos Núñez y se pinta una sonrisa en mi cara. Me encanta su entusiasmo, por la música, por los amigos, por el cine, por todo. Me encanta cómo funde y refunde, con qué naturalidad y cariño habla de unos y otros amigos actores, cantantes, directores de cine de acá, de allá o de más allá y lo que extrae de cada uno. Habla de conciertos o grabaciones en Escocia, Irlanda, Japón, Estados Unidos, Cuba, Portugal, de inspiraciones en Galicia, Aragón, Andalucía y repite varias veces que no hay fronteras, que ya no las hay. Y ciertamente no las hay para él, porque coge lo que le gusta de aquí y de allí, lo escucha, lo mira todo con atención, lo degusta, lo une a lo suyo y crea cosas nuevas, nuevos sonidos, imágenes y hasta sabores que nos recuerdan situaciones que no vivimos siquiera. Y me gusta. Me esperanza que haya gente así, tan genial, tan universal y tan sencilla a la vez-al menos en apariencia-. Y me contagia; quiero viajar de pronto, quiero meterme en una taberna irlandesa y hacer amigos allí, quiero aprender sus danzas y saltar y cantar con ellos y luego pasar por La Habana, pasear por el malecón, hablar con el viejo que, allá al fondo, toca acompañado de una desgarrada guitarra una canción que nunca oí pero que me cuenta cosas que conozco, y después me gustaría visitar un jardín zen en alguna aldea japonesa bajo lluvia finita, llovizna triste y antigua, para pasar a mirar más tarde cómo el mar golpea los acantilados asturianos... Ay, y en Asturias sí he estado, aquí enlazo con recuerdos reales... Un Gijón envuelto en una niebla de verano entre las rocas junto al mar, vacío, sin gente -desapareció de pronto-... El agua estaba tibia, -o quizá simplemente refrescó de pronto fuera de ella- y quieta, sorprendentemente quieta esta vez. Y yo volví del mar y me senté en una piedra junto al amigo y compartimos silencio mucho rato, una eternidad de relojes parados, minutos infinitos, hasta que me dio la mano para ayudarme a volver a la realidad... Sonrío de nuevo después de una pausa en que he pasado a echarle de menos, creo que le gustaría acompañarme por mi periplo y quizá.... quizá algún día, sí, lo hagamos.

7 comentarios:

yein dijo...

No hay fronteras, esa es la verdad. Puede parecer que las haya, por que cuando cambiamos de un país a otro hay una raya en el suelo y un "BIENVENIDO A..." en letras grandes detrás de un policía aburrido. Pero en la vida real no hay fronteras.

Crapúscula dijo...

Ojalá hagáis ese periplo juntos.

No hay fronteras. No las hay. Realmente nunca las hubo. Lograron convencernos de que las había. Mentían. Tenían miedo a que enlazáramos las manos y paseásemos juntos, a que habláramos. A que supiéramos que las chabolas son iguales en cualquier parte. Alguien lo dijo: el patriotismo es el último refugio de los canallas.

Besos

(Qué bien escrito está este post)

Melpómene dijo...

mmmm, sí, en mi exaltación, al escribirlo pensaba lo mismo, pero no lo escribí así porque me surgieron dudas, matices, como en los exámenes de test. En realidad sí hay algunas fronteras, las de los prejuicios, las psicológicas, las de los que no encuentran un cartel de bienvenida porque ésas se ponen en las carreteras y no están pensadas para los de las pateras... Y vamos, que yo de mi periclo tb he obviado ciertos pedregales y lugares donde se tiran piedras, o sitios poblados por niños con ojos enormes llenos de tristeza...Pero sí, muchas fronteras son ficticias y por tanto derruibles gracias a Dios a Alá, a Visnú o a quien sea, y sí, somos diferentes en unos y otros lugares -pero qué aburrida y pobre es la homogeneidad-; quizá por eso nos sintamos incompletos a menudo, por restringirnos a ciertos espacios y lugares, por ponernos fronteras y alambradas... Gracias de corazón Crapúscula. Muchos besos a los dos.

libertad dijo...

Me he leído tres post. Los últimos. Los que me daban mis ojos a estas horas, y me han gustado. Me he sentido identificada con muchas de las sensaciones que transmites y cómo las transmites. Te he entendido tan tan perfectamente, que casi me he asustado.
Un placer pasar por aquí. Volveré

Melpómene dijo...

Me alegro de que te haya gustado, aunque de aquí en adelante hay algunas cosas raras -yo aviso para que no te asustes-...Vuelve cuando quieras, eres muy bienvenida.

mc clellan dijo...

¿Has oído la cancion 'Frontera' de Jorger Drexler? Pues eso, que "el mundo está como está por causa de las certezas". Yo tampoco creo que haya fronteras... físicas. Las hay sensoriales. Pero no son límites que marquen pertenencia sino que nos invitan a pasar, a conocer otras realidades, otros colores. Uno se siente de donde está... Y no siempre está en el mismo sitio. Gran post, melpómene.

Melpómene dijo...

No, no la había oído, pero acabo de leer la letra e intentaré hacerme con ella. Y sí, es estupendo que haya otras cosas que ver, oír, tocar, sentir... y eso es compatible con tener unas ciertas raíces, cierta cultura, una complicidad especial con algunos lugares/gente/tradiciones. A veces lamento un poco cierta sensación de desarraigo, como si me faltase, siguiendo con Núñez, mi gaita que aporar a otros y en que integrar lo de otros...O quizá sí tenga mis raíces, supongo que serían mediterráneas -aunque no nací en el Mediterráneo-. ¿Sabes la ilusión que puede sentirse cuando te encuentras a un italiano en un pueblo perdido de Alemania, en el que la gente mantiene bastante las distancias y que te salude como a un compatriota y te invite a comer -no hubo ocasión, pero lo hizo-... por morriña, porque es un emigrante al que le recordaste su casa? Vuelvo a sonreír recordando a aquel desconocido tan sorpendente por lo jovial, por lo familiar, por lo entrañable que resultó. Eh, gracias, me hacéis pensar.